Kafka: el hacha para el mar congelado dentro de nosotros

“Un libro debe ser el hacha para el mar congelado dentro de nosotros”. Cien años después de su muerte, Franz Kafka sigue siendo un escritor de los más actuales por su profundo compromiso con la literatura, por su elección de ser “serio y verdadero” y no autocomplaciente. Escribir es para Kafka la clave para ver más allá – y por lo tanto quien lo ha interpretado solo como narrador de cosas absurdas y sin sentido no lo ha querido entender – aunque, como en “Ante la ley” hay que esperar (el protagonista de la historia) toda la vida delante de una puerta que no puede abrirse y no se abrirá (“Nadie más podía entrar aquí porque esta entrada estaba destinada solo a ti. Ahora voy a cerrarla”) o estando quizás condenado a muerte sin motivo, como sucede en “En la Colonia penal”.

La modernidad del escritor checo, que murió de tuberculosis apenas 24 años después de una vida plana de asegurador y atormentada por los sentimientos de culpa que le derivaban de sus raíces judías, radica principalmente en habernos presentado lo incomprensible y lo absurdo como realidad viva y verdadera: como en “La metamorfosis”, nosotros también fuimos en la vida la cucaracha en la que, de repente y sin razón aparente, Gregor Samsa se transformó. Lo somos por no habernos “presentado” al mundo tablón y por lo tanto haciendo a nosotros mismos y a los demás imposibles de entender e inadecuados para la armonía.

Sin embargo, el escritor también creía en un bien superior, quizás ofuscado por la vida. “Se puede muy bien pensar que la magnificencia de la vida está lista alrededor de cada uno y en toda su plenitud, pero velada en lo profundo, indivisible, lejanísima. Pero no es hostil, no renuente, no sorda. Si se la llama con la palabra justa, con el nombre correcto, viene. Esta es la naturaleza de la magia que no crea, pero llama” escribió el checo.

Mauro Covacich le dedicó, en la ocasión, un libro en el que exalta la “nueva” lectura que se puede hacer de Kafka: “Eran Kundera y Havel quienes decían haber leído siempre a Kafka en clave realista. Creo que la diversidad de lectura se basa en las diferencias histórico-culturales. Bajo los regímenes totalitarios, la población experimentó extrañeza en el poder, persecución, confrontación con la burocracia, por lo que los relatos de Kafka parecían verosímiles, mientras que nosotros los considerábamos literatura del absurdo”.

Share:

Facebook
Twitter
Pinterest
LinkedIn
On Key

Related Posts