Lo que ven en la foto es la vida real: sin filtros de televisión, sin palabras, fruto de esas guerras diarias (la próxima quizás en Kiev para reavivar las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo) que nos humillan. Mustafa es un niño sirio de cinco años, nacido sin extremidades víctima de armas químicas en Siria. El que está a su lado es el padre, mutilado por una explosión.

Han llegado a Italia, a Siena, donde están viviendo una nueva vida. ¿Se puede hablar de felicidad en este caso? Con más razón, con la tristeza de la gente triste que nos vivemos todos los días. Mustafa está aprendiendo italiano. Dice la maestra que él y sus hermanos son muy buenos. Tienen ganas de vivir, así se ve en la foto de portada que ha sido gallardonada del prestigioso Siena International Photo Awards y lo ha hecho conocer al mundo: tan imperfecto y pequeño, pero tan grande y capaz de aplastarnos en su alegría contagiosa.

Mustafa y su familia viven en un apartamento de dos habitaciones, una cocina, baño: hay incluso un pequeño jardín para la familia Al Nazzal. Hemos vuelto a esperar, repiten. El obispo de Siena les dijo: “Ahora sois libres de mirar al futuro y de construirlo sin impedimentos”.

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