Algunos piensan que la Iglesia pertenece a alguien. Y mientras tanto Díaz gana

Después de digerir mal la reunión entre Yolanda Díaz y el Papa y verlos hablar (también) de reformas del trabajo, ahora quizás, es la esperanza de una parte de los electores, los partidos de centro-derecha tienen que hacer un buen baño de humildad y devolver las tentaciones populistas donde deben estar: en la retaguardia. Hablar de trabajo y migraciones no sólo es muy actual, sino indispensable, y nos vemos nada de malo si lo hace, en Roma, es el tercer cargo del Estado. Lo que algunos han pensado y comentado como una reunión entre comunistas, uno de los cuales sería el Pontífice, sólo deben asimilar la derrota, que se convertirá en goleada si siguen hablando. Díaz, que también tendrá otras ideas, sabe que de estos encuentros pasa la legitimidad real y auténtica de un político y de una acción política consiguiente y que las batallas ideológicas, hechas sobre todo contra los últimos del mundo o el sentido común que siempre privilegiará conceptos como los de derechos e igualdad, ya no tienen razones para existir. La Díaz, que lleva a casa su victoria y legitimación, lo entendió bien. Y la fe es otra cosa, en el caso de que estos portentos de la comunicación quieran concluir que la Iglesia y el Papa son su propiedad política.

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