La locura que ofende a toda una ciudad

Poco después de las diez de la noche apagaron las luces y mandaron a todos a casa. Lo que se suponía que iba a ser mostrar al mundo la belleza y la pasión de toda una ciudad se ha convertido en una vergüenza para todos en un momento. ¡Se acabó la fiesta! Todo terminado: el partido, el entusiasmo, las banderas y los colores, el encuentro entre las dos almas de la ciudad, el enfrentamiento entre dos de las mejores formaciones del mundo.

La fiesta è finita! Y todo esto porque alguien lanzó en el campo el sta de una bandera. Era el 39 de la primera parte y el Betis acababa de igualar las cuentas con un maravilloso gol de Fekir después del de Papu Gomez para el Sevilla. Una maldita asta de plástico que ha golpeado al sevillista Joan Jordan y casi ha convertido una fiesta en tragedia. Sólo unos pocos centímetros y habría acabado en el ojo con las consecuencias que se pueden imaginar. También le pasó al entrenador sevillista Ramos alcanzado por una botella en 2007. Otras épocas que no van a manchar la foto limpia de los derbys.

Jordan se cae al suelo y luego vuelve, con todo el equipo, a los vestuarios. ¡Aquí está, por culpa de un idiota, la imagen de Sevilla anoche! ¡Aquí es donde terminó su extraordinaria pasión! Escribió Chéjov que “una buena persona se avergüenza incluso delante de un perro”. Y esto es: un acto imprudente, una vergüenza innecesaria. Incluso los jugadores de Betis en ese momento dejaron el cesped.

El árbitro vasco De Burgos Bengoetxea esperó los acontecimientos y luego dejó el campo desconsolado. ¡La fiesta è finita! No nos importa si la partida se repetirá o no. Hoy no nos interesa comentar las palabras inútiles de alguien después del acto de vandalismo: hoy Sevilla no tiene palabras. Llora miserias que no tiene. Sevilla ha sido herida.

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