¿Cuál es el verdadero Sevilla, el del pase entre líneas iluminador de Isco al inicio del partido (que podía cambiar la historia del encuentro) o el del equipo que cada vez que ataca el Barcelona parece derretirse como mantequilla al sol? ¿Cuál es la fuerza de este Sevilla? Si tuviéramos que juzgar cómo empieza, a qué ritmo y con qué clase, es un equipo de Champions. Si valoramos en general, preparémonos porque no será una temporada fácil.
Es el Sevilla hijo de las contradicciones que hoy no se resuelven. La solución más sencilla es apoyar un grupo que en cuatro partidos ha hecho solo un punto y que, al ver ayer, está muy lejos de las mejores formaciones de la Liga. Ha habido problemas económicos y retrasos relativos en el mercado de los fichajes. Hay, en varias partes, inútil ocultarlo, dudas sobre el entrenador. Es un grupo que solo se conoce ahora.
Pero la racha negativa, en cuanto a resultados y juego, que comenzó en la segunda parte de la temporada pasada, continúa sin inmutarse. La temporada es ya un poco (no del todo, claro) comprometida. ¿Qué hacer? Precisamente, es hora de acercarse al club porque el riesgo de hacer un campeonato bastante anónimo existe.
El Barcelona es otra cosa en este momento: basta un lanzamiento de Koundè y la clase de Lewandoski (el segundo gol de los blaugrana) para cerrar un partido. Hay que trabajar en el cerebro de quien va al campo. Asegurarse de que han entendido que son el Sevilla y no pueden permitirse descansos mentales. Si la tendencia continúa, es obligatorio hacerse más preguntas.