Pedro hace tris. La continuidad de Sánchez amenazada por la pesadilla de una España dividida

Las banderas españolas como símbolo de protesta después del juramento en el Palacio de la Zarzuela, residencia oficial del rey Felipe VI. El tercer gobierno de Pedro Sánchez nace en una España dividida: escaramuzas y arrestos en las manifestaciones de hoy contra el nuevo ejecutivo de la derecha, marchas capitaneadas por Vox y los neo-franquistas. La victoria de los Populares de Alberto Nunez Feijoo en las elecciones de julio ya había sido hundida por el fracaso electoral propio de Vox. Sin números no se hace un gobierno.

Pero la verdadera cuestión a resolver para Sánchez es hacer aceptar a todo su partido (alguien no ha ocultado su oposición) el acuerdo con los independentistas catalanes que han asegurado los votos necesarios para su investidura. La confianza del Congreso de los Diputados (179 diputados, tres más que el umbral mínimo de la mayoría absoluta) ya es un buen comienzo para el líder socialista, aunque ahora las promesas, en particular la amnistía a los catalanes, deben ser respetadas. “Los 179 diputados y diputadas representan a 12,6 millones de ciudadanos que el pasado 23 de julio decidieron seguir avanzando y no volver atrás”, comentó el Primer Ministro el día del “triunfo”.

Lo esperarán en el umbral: difícil para todos, pero quizás no para Pedro, que ha demostrado también en los últimos cinco años sus dotes de gran equilibrista. Sánchez anunció “progreso e igualdad entre ciudadanos” como la prioridad de su proyecto de gobierno, pero es quizás el “muro democrático” contra la derecha lo que lo hará más sólido.

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