Su pontificado duró sólo 33 días. El 28 de septiembre de 1978 moría el Papa Luciani, Juan Pablo I, uno de los Papas más amados por la gente. Será beato. El proceso de beatificación, que duró casi veinte años, terminó ayer: la curación de una niña en Buenos Aires hace diez años es inexplicable para la ciencia. Un milagro ocurrido después de oraciones hechas al Papa que vino del Véneto, de Canale d’Agordo. La sobrina Lina Petri, hija de la hermana del Papa Luciani, comentó en una entrevista al Corriere della Sera, la noticia: “Una gran emoción, aunque en la familia mi tío siempre ha sido considerado un santo. Para nosotros que lo conocíamos era clara su ejemplaridad de vida, su conducta y su testimonio”.

Petri recuerda a una persona “afectuosa, jovial, serena, amable… Nosotros, los nietos, veíamos en él un guía, el faro de nuestra juventud”. Y sobre la muerte repentina y para algunos misteriosa Petri comenta: “Ninguno de nosotros ha cuestionado nunca el hecho de que él haya muerto de muerte natural”. “Habría sido un papa de la sencillez, de favorecer una visión de la Iglesia muy sencilla y de la fe para todos. Con su sonrisa desvió las grandes verdades de la fe de una manera muy comprensible… Un sentimiento similar ha sido evidente desde las primeras palabras de Bergoglio”. 

Y si estuviera aquí, escuchando la noticia de su beatificación reaccionaría, sostiene la Petri, “con una ironía un poco avergonzada. Diría: ¿pero cómo os ha venido a la mente? Decía: con todos los santos que hay, no hay necesidad también de él”.

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