La confirmación de que vivimos en un mundo extraño vino ayer del Lusaic Iconic Stadium. La favorita del Mundial (junto con Brasil y Francia), la Argentina estelar de Leo Messi, que había ganado los ultimos 36 partidos, fue derrotada por un puñado de jóvenes árabes dispuestos a enseñar, esto sí, a los titulares de la marca lo que significa poner “la garra” en el campo.

Sin energías ni, precisamente, determinación, sin ganas de jugar, los once del comisario técnico Scaloni han vagado noventa minutos por el campo peor que en un amistoso. No fue suficiente el “Fideo”, es decir, Angel Di Maria, que en el cesped algo intentó contra esos endemoniados saudíes. Es verdad que a la Argentina desde siempre le gusta complicarse la vida, exaltarla e intrincarla a su antojo como un tango, ¿ pero posible dilapidar una ventaja – el gol sobre el penalti después de solo diez minutos – regalando espacios y protagonismo a semi-desconocidos (que además manaban fuerte)?

Es la metáfora del país: triste, solitario y (siempre casi) final: con amplios márgenes de resurrección obviamente. Que será televisada por todo el globo también esta vez: México y Polonia no pueden dar más miedo que los satanasos de Oriente Medio que se enfrentaron ayer. Pero hará falta “la garra”, el copyright es todo argentino, es el deseo de vivir gastándose todos en cada balón y ocasión, también en la vida. Sin garra, Argentina se irá del Mundial y también su profeta, Messi, que así terminaría su carrera un poco melancólicamente.

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