La Política ha vuelto a estar al mando. Después de tantos Gobiernos técnicos – muchos de ellos solicitados por Europa más que por Italia – tenemos un ejecutivo que vuelve a ser expresión de una mayoría. Por lo tanto, no es de extrañar que los ganadores de las elecciones elijan ministros de su confianza. El nuevo Gobierno se espera ahora a la única prueba que nos corresponde, la de los hechos. Hay quien sostiene, en estas horas, que las personas elegidas no están a la altura, sobre todo por su coloración política. Pero solo en un par de casos, de 24, podemos opinar algo. Meloni eligió por su cuenta y asumirá toda la responsabilidad.
Sobre tres puntos los italianos serán inflexibles en el juicio: sobre los derechos (que no deben ser tocados), sobre la pluralidad de la información (que debe ser garantizada) y sobre los conflictos de interés (transparencia, ante todo, nuestro país la merece).
La economía necesita decisiones rápidas. Sobre las políticas exteriores, Tajani es ciertamente capaz de estar en sinergia con Bruselas y, en el caso, de separarse de Berlusconi. Sobre las cuestiones de cohesión del país, Calderoli, ministro de Reformas y Autonomías y que pertenece a la Lega, es contrapesado por el “sudista” Nello Musumeci, ministro del Mar y Mezzogiorno.
Es un gobierno que puede durar si los aliados no traicionan. Tiene una fuerte legitimación popular. Esto significa que, allí donde existan, hay que eliminar la nostalgia de algunos “camaradas” por lo que sucedió hace setenta años. El gran error de este gobierno puede ser mirar hacia atrás y perder el tiempo.
