Será “un abrazo a los cristianos de las diversas confesiones” y sobre todo “una oportunidad de acercar la humanidad herida en la carne de tantos emigrantes en busca de esperanza”. El Papa Francisco partió para el viaje pastoral hacia los últimos del mundo, aquellos que viven, abandonados por todos, en los campos de refugiados como el de Lesbos, que el Pontífice visitará. El viaje a Chipre y Grecia es el 35º desde su elección.
Hoy en Chipre y mañana en Nicosia, en la catedral maronita de Nuestra Señora de las Gracias, los encuentros con sacerdotes y movimientos eclesiales. El Papa se alojará en la “tierra de nadie” de la isla chipriota, dividida por la guerra, una zona controlada por las Naciones Unidas.
El viernes el encuentro con Chrysostomos II, Arzobispo Ortodoxo de Chipre, sábado salida hacia Atenas, donde saludará a Ieronymos II, Arzobispo de Atenas en el Arzobispado Ortodoxo de Grecia y luego los obispos en la Catedral de San Dionisio de Atenas y los miembros de la Compañía de Jesús en la Nunciatura Apostólica. En Lesbos será domingo y quién sabe si, como hizo en 2016, llevará consigo – pero no en el avión papal – los emigrantes para dar una señal de fraternidad y acogida al mundo.
