Carta a Nole. Cuando un campeón se equivoca

Querido Djokovic, también Pitágoras, quinientos años antes de Cristo y sin saber que un día el tenis se convertiría en uno de los deportes más populares del mundo conocido, haciendo a los atletas de las divinidades planetarias llenas de arte, dinero y vicios, se dio cuenta de que la razón es inmortal, mientras que todo lo demás está destinado a decaer. Digo esto porque en la increíble historia de estos días de la que eres protagonista, esta vez fuera de la tierra roja, podrías simplemente haber respetado las normas del país en el que eres huésped, enfrentado la emergencia pandémica como todo el mundo que has sobrevolado en avión.

Cuando llegaste a Melbourne, las autoridades australianas te detuvieron en el aeropuerto y te pusieron en cuarentena en un hotel al lado del aeropuerto. Quiero decir, te trataron como a los demás. No siempre darle a una pelota magistralmente evita el trabajo de la vida. Esta vez encontraste a alguien que hizo cumplir las reglas, que se aplican a todos.

Hubiera podido, como un caballero, conformarte con lo que decide un Estado independiente. Pero no, empezaste, y parecía que tenías la presunción que tienen los privilegiados, para levantarte como mártir, quejándote al mundo entero de tu condición de víctima. O al menos eso es lo que tus amigos y tu familia han querido decir: es un abuso político, Nole es un rehén, tu país te abraza.

Algunos han querido relacionar los sufrimientos de la fe (son días de Navidad ortodoxa) con los tuyos en Melbourne. Muchas gracias por tu constante apoyo, escribiste. Assange podía tuitearlo, no tú. ¿Qué batalla estás luchando, Nole? ¿Pero vacunarte no? Y si no te vacunas, ¿por qué deberías ser superior y con derechos diferentes a millones de personas que sufren la pandemia en Australia? ¿Qué pasaporte diplomático Covid debemos fabricarte? Lástima. Eres un campeón con esa raqueta en la mano. Pero para muchos, creo, a partir de hoy eres el más anónimo de los recogedores de bolas de la razón, la de Pitágoras.

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