Cuarenta años sin Gilles Villeneuve, el más querido de todos

El canadiense que apareció de la nada llegó a Ferrari en 1977. Cinco años para hacer enamorar a Maranello y al mundo de las carreras, hasta el 8 de mayo del 82, cuando murió en la pista durante un adelantamiento, con solo 32 años. Cuarenta años sin Gilles Villeneuve, el más valiente y generoso de los pilotos que ha tenido la Fórmula Uno. Nunca ha vencido el Mundial: en esto ha pensado, quince años después de su muerte, su hijo Jacques.

Gilles sucedió a Niki Lauda, el monumento viviente, pero considerado por el equipo de Ferrari, y los aficionados, demasiado cerebral. Al frío austríaco, los aficionados siempre han preferido la agresión, el deseo de hacer y vivir, de Villeneuve. Desde entonces, nadie ha emocionado al público como él. Era ese “límite” que luego nunca se superó, tan lejos de los cálculos a la milésima de los pilotos de hoy.

Llevaba emociones a cada circuito y también a su casa, a decir verdad: para inscribirse en la Fórmula Ford muy joven vendió el apartamento y, a continuación, se lo comunicó a su esposa. Rompía los coches en nombre del riesgo y Ferrari siempre se lo ha perdonado porque todo el mundo le admiraba, prensa, aficionados, mecánicos. En los Países Bajos, después de otro accidente, dio una vuelta con el coche sobre tres ruedas. ¿Quién como él?

Ganó su primer Gran Premio en 1978 y poco después comenzó a competir con su compañero de equipo Didier Pironi, también víctima joven de un accidente. Muere joven quien al cielo es querido. En el circuito de Zolder Villeneuve dejó esposa y dos hijos pequeños, uno de los cuales se convertirá precisamente en el heredero de su padre, y millones de apasionados que todavía, a 40 años de distancia, admiran al “Aviador” por su falta de escrúpulos y su gran corazón.

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