La “Lebensunwertes Leben”, la vida indigna de ser vivida. La solución final y lingüística de los nazis que describían así a los discapacitados que debían ser eliminados en los campos de concentración.
En una película hermosa y conmovedora de Florian Henckel von Donnersmarck, “Opera sin autor”, el protagonista, en una de sus primeras imágenes de niño, ve a la joven tía llevada a la fuerza con una ambulancia. Será sometida a eutanasia forzada porque es una artista melancólica, de sensibilidad no convencional, por lo tanto una que hay que eliminar, al igual que todos los discapacitados, según las bestias nazis.
Las mismas palabras, “Lebensunwertes Leben”, fueron pronunciadas por Bjorn Hocke, uno de los principales exponentes del AfD (Alternative für Deutschland), con ocasión de un reciente hecho de crónica. El político de extrema derecha será juzgado por “incitación al odio”, pero mientras tanto continúa con sus delirantes declaraciones.
Número uno en Turingia, Hoche no es un personaje menor del AfD, partido que en Europa forma parte del grupo “Identidad y democracia”, el mismo de la Lega de Matteo Salvini y del Rassemblement national de Marine Le Pen.
Esta vez ha horrorizado al mundo con sus afirmaciones: ha dicho que los discapacitados representan un “factor de estrés” que debe “ser eliminado del sistema educativo”. De hecho, la inclusión es, a su juicio, un “proyecto ideológico” que no ayudaría a los estudiantes alemanes (sanos o no hijos de inmigrantes) para condenarlos a una baja productividad. Aparte de los discapacitados, como en la eugenesia.
Hace unos años, Hoche definió el Memorial del Holocausto de Berlín como “un monumento a la vergüenza nacional en el corazón de la capital”. Nadie en estos años lo ha detenido en su delirio.
Mientras escribimos, en Berlín se ha vandalizado un monumento en memoria de los homosexuales perseguidos por el nazismo.
