La batalla de las noticias y los horrores reales

Los cuerpos arrojados a la calle o a zanjas, las manos atadas, hablan de ejecuciones sumarias en Bucha, un pueblo a las afueras de Kiev hasta ahora desconocido en el mundo. Bucha corre el riesgo de convertirse en el nombre símbolo del proceso mundial, por crímenes de guerra, que los ucranianos quieren para Putin y sus hombres, capaces de semejantes masacres. Por su parte, los rusos remiten las acusaciones al los ucranianos, hablando de una puesta en escena perfecta. Pero ciertamente las atrocidades existen porque no son solo las imágenes impactantes de Bucha las que llegan, sino otras más, una y otra vez, y testimonios como el del alcalde de Irpin, Alexander Markushin, ciudad símbolo de la tragedia no lejos de la capital, que informa de ejecuciones sumarias y carros armados que pasan por encima de los cuerpos, o fotos (como la de la portada, proporcionada por la vice primera ministra ucraniana Iryna Vereshchuk), en las que se ven 15 soldados, liberadas en un intercambio de prisioneros, Fueron rapadas por los rusos como en la Segunda Guerra Mundial con los judíos para humillarlos.

Noticias falsas? Decidirá la opinión pública mundial, que sigue acumulando pruebas de las atrocidades, y también la ONU, a la que esta vez, excediendo el límite del horror, se han dirigido tanto ucranianos como rusos. La cuestión clave, en una guerra que se hará más sangrienta en las zonas de guerra más importantes, es decir, Donbass y el Sur del país donde la estratégica Odesa seguirá siendo bombardeada, es si Europa en este punto quiere acelerar la ayuda, incluso militar a Ucrania, si es necesario desconectar el gas y el petróleo rusos.

Ya lo ha hecho Lituania, que ha anunciado la “plena independencia energética” de Rusia en respuesta a “su chantaje”: “Somos el primer país de la UE en independizarse del suministro de gas ruso, y este es el resultado de un proceso coherente de varios años de políticas energéticas y decisiones oportunas sobre infraestructuras” como ha señalado el ministro lituano de Energía, Dainius Kreivys. ¿Pero qué hay de los otros? El ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, sigue diciendo que espera de Occidente un “embargo de petróleo, gas y carbón” y “cerrar todos los puertos a los barcos y mercancías rusos, así como desconectar a todos los bancos rusos de Swift”.

Eso es lo que pondría a Putin en apuros, no el teatro de los pagos en rublos o dólares. Y, de hecho, ayer el presidente Zelensky dijo que sí, gracias a los Estados Unidos de todo, pero “no nos han dado garantías de seguridad” de la manera que los ucranianos quieren.

La guerra es conveniente para muchos, incluido el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa Kirill, que continúa, no se sabe cómo debe ser un hombre de fe y paz, a fomentar el conflicto: “Hoy nuestra patria está atravesando un momento difícil. Nuestra oración especial es por las fuerzas armadas, por nuestros soldados, a quienes está unida la esperanza de la seguridad, de la libertad, de la verdadera independencia de nuestro país”. Etcétera. Más o menos lo que siempre dice su amigo Putin.

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