Sin público y patrocinadores. Se abren los Juegos Olímpicos de Tokio, los más tristes de la historia

“Creo que la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos será un momento de alegría y alivio”. Las palabras del presidente del COI, Thomas Bach, corren el riesgo de resonar vacías y bastante tristes en la ceremonia de inauguración de lo que será recordada en la historia como la primera sin público. El estado de emergencia de Tokio debido a la pandemia ha cortado las alas al evento más esperado: sin público, ni siquiera habrá espectadores en la televisión, tanto es así que casi todos los patrocinadores han huido. 

En el silencio irreal de mega estadios insonorizados (sólo béisbol, softball, fútbol y ciclismo en pista tendrán algunos aficionados en las tribunas) los organizadores y las federaciones de todo el mundo pensarán, es probable, sólo en las gigantescas repercusiones económicas del evento. Han calculado que la pérdida de ingresos de la venta de billetes es válida, y es una estimación a la baja, al menos 700 millones de euros. 

Ya en marzo, Japón prohibió los Juegos Olímpicos a los extranjeros: la lentitud de la campaña de vacunación japonesa lo prohibió a los propios habitantes de la isla. Poco servirá la presencia del emperador Naruhito. De mundial habrá poco, quizás sólo los atletas, que desfilarán en el estadio vacío, en formaciones reducidas de número, detrás del lema “Unidos por la emoción”. ¿Cuál?

A aplaudir, además del emperador, algunos jefes de Estado como el francés Emmanuel Macron, listo para tomar el relevo para París 2024, y algunas sorpresas, como la primera dama americana, Jill Biden. No habrá muchos, entre ellos Keigo Oyamada, el compositor que debería haber musicalado la ceremonia de apertura, que se tropezó con una historia de hace años cuando contó que había cometido abusos y actos de acoso contra sus compañeros de escuela. Despedido.

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