Cuando una pizza margarita cuesta 22 euros

¿22 euros por una pizza, se puede? ¿Pero no era una comida pobre? Tradicionalistas e innovadores se enfrentan en estas horas, desde que se hizo viral en Italia el comentario de un cliente que había ido a comer en el famoso restaurante milanes de Carlo Cracco, el chef conocido también por sus programas de televisión. Dos pizzas margarita (es decir, la versión más simple, tomate y mozzarella) y un agua mineral por la suma de 51 euros, ¿vale así mucho una “firma”?

Hay quien sostiene que calidad y equilibrio de los productos, vista sobre el Duomo, servicio impecable, valen ese precio. Otros, contrarios a la “espectacularización” de una comida que siempre ha sido pobre y popular, desde sus orígenes hasta hoy, al menos en sus mejores versiones, afirman que la verdadera pizza fue creada para seguir siendo tal, una exquisitez para uso de todos.

El debate continuará: la de Cracco no es la pizza más cara del mundo (hay también de 30 euros) y Nápoles ya no es la capital mundial de lo que se ha convertido en una comida internacional (São Paulo, en Brasil, tiene muchas más pizzerías que cualquier ciudad, cerca de seiscientos mil).

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