¿Qué tienen en común un gusto único, las primeras notas de una “pieza de jazz”, el olor o el crujir de las hojas? Muchas cosas, a la vez visibles y medibles y también invisibles e inmateriales. Detrás de la descubierta de las conexiones entre todas estas cosas se cela Alfredo Laviano, definido precisamente “musiCocinero”, experto conocedor del tema y explorador por vocación.

Laviano une a sus platos las notas que produce y el arte visual que pinta, mezcla colores y emociones en una incesante búsqueda de armonía (o de desarmonía, que también es parte de todo esto). Escribió un libro maravilloso “Las cacerolas hablantes – cuatro primer platos por cuatro estaciones” (con la colaboración de la escritora Laura Ricci, del fotógrafo Andrea Rotili y del sommelier Stefano Isidori) presentando una verdadera experiencia para los sentidos, entre recetas, cuentos e imágenes. Verdadera y autentica y sobretodo tan diferente y lejana de los reality show – entre cocina y espectáculo – que nos toca aguantar en televisión.

La filosofía del artista está en el respeto del ciclo de las estaciones, en el “temblor y olor intenso de los estanques, en el crujir de las hojas de sauce.. en las orillas del río Tenna, en una esquina del bosque de Montemonaco, en un sendero hacia la quieta y tranquila entrada a Montefortino”.

Sí porque Alfredo también es el producto de su territorio, de unas raíces sólidas y de un paisaje que hoy lleva las consecuencias del terremoto. “Pero la naturaleza nunca para de tener su curso”.

Hay arte y poesía en los platos veganos del chef Laviano que se entrelazan continuamente con el jazz y la pintura en un continuo confronto, en el “equilibrio entre conflicto y compromiso, entre contraste y armonía”. Hay una gran pasión – un futuro que se construye mirando al pasado – que nunca se olvida del arte del convivir.

“Un plato bien realizado puede ser un paisaje, una melodía, una pintura; y al pintar de verdad, es imposible no ir al paso con las estaciones, simplemente por sus productos que, frescos y del tiempo siempre son más genuinos. Las excepciones deben de ser mínimas y justificadas”.

En sus palabras está todo su arte, dinámico y en continua evolución. Se perciben a la vez la energía del experimentar y la sabiduría de quién sabe que el eterno cambiar también necesita de sus momentos de paz. Laviano ha elegido Loro Piceno para armar su revolución del arte, creada y compartida y de la creatividad de la región de Le Marche que nunca acaba, ni siquiera después de las profundas marcas que madre tierra causó a estos territorios.

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