Smart City, ¿cuánto falta para que sea realmente inteligente?

Todas las ciudades del mundo, o casi, para impresionar o para necesidades reales, se están convirtiendo en Ciudades Inteligentes. Lugares donde la movilidad, la energía, la gestión del agua y los residuos, están al alcance de los clics. En algunas capitales europeas, como Edimburgo, las farolas se encienden y se apagan según las necesidades o en otras, como Praga, las papeleras alertan a los centros de recogida cuando están llenas. Servicios que pagará el ciudadano por una mejor calidad de vida, pero de manera conveniente y sobre todo, este es el dilema de los expertos en la materia, si así lo desean.

Sobre la movilidad se ha desencadenado la revolución de los coches eléctricos o híbridos, triplicados en poco tiempo, y todos los Municipios quieren poner lugares de recarga. Pero es sobre lo sharing que muchos apuestan: compartir el medio (coches, ciclomotores, bicicletas, hasta los patinetes de moda) ahorra y, de hecho, elimina el concepto de propiedad. Se puede pagar desde el móvil, ya es práctica habitual pagar con un click el coste de un aparcamiento, de un alquiler, de un taxi o de una póliza de seguro.

Sin embargo, el futuro del Smart no es del todo seguro y predecible. Si por un lado ciudades como Hamburgo planean el futuro, construyendo casas con un piso vacío en la parte inferior porque el inquilino allí en pocos años, debido al sobrecalentamiento, será el agua del mar, por el otro en dos o tres décadas tendremos el 70% de la población mundial, que será de 10 mil millones de habitantes, concentrada en las ciudades. Hacer que todos vivan bien es imposible.

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